Siempre buscamos tomar mejores decisiones. Si hiciéramos una consulta popular, suponemos que nadie respondería “A mí me encanta tomar malas decisiones. Es lo mejor que quiero hacer y volver a repetir”.
Descubrir cómo es el proceso cerebral y qué nos condiciona en ese momento nos permitirá decidir mejor para acercarnos a los resultados esperados. Para ello, desarrollaremos un plan de acción con las estrategias adecuadas y, finalmente, podremos disfrutar de nuestros logros.
La mirada de la neurociencia
El Dr. Facundo Manes, neurocientífico, explica que la vida es tomar decisiones y que no tenemos tiempo de sopesar los pros y los contras de cada una.
En su conferencia “Toma de decisiones e innovación” (2014) define el hecho de tomar decisiones como un proceso cerebral que, la mayoría de las veces, es:
- Automático
- No llega a la conciencia
- Está facilitado por emociones y memorias previas
- Cambia según el contexto
Entonces, ¿qué es lo que hace que, a veces, nos cueste decidir? Racionalmente, podemos revisar y justificar la indecisión, aunque las que prevalecen, son las emociones.
El papel de las emociones
Las emociones son sentimientos generados automáticamente por hechos relevantes. Surgen en nuestro sistema límbico en forma de reacciones psicofisiológicas que permiten la adaptación a una situación determinada.
A veces, podemos gestionar la respuesta que manifestamos, mas no podemos determinar cuál es la emoción que aparecerá. Según Paul Ekman, las emociones básicas son seis: Miedo, enfado, asco, tristeza, sorpresa y alegría.
Las dimensiones de la toma de decisiones
Encontramos tres dimensiones en las que, éstas, condicionan la toma de decisiones:
- El estado cognitivo – afectivo, es decir, los pensamientos y sentimientos que están presentes al momento de tomar una determinación.
- Los cambios emocionales que son las variaciones en nuestros sentimientos como consecuencia directa por la opción elegida.
- La historia de recompensa. El sistema de recompensa del cerebro es un grupo de estructuras neuronales que responde a hechos placenteros o de desagrado. Este sistema hace que seamos propensos a repetir las conductas y comportamientos que nos gustaron en el pasado.
Los sistemas de pensamiento
Además, en la toma de decisiones, intervienen dos sistemas que interactúan entre sí, aunque uno prevalece sobre el otro.
- Un sistema impulsivo, dominado por la amígdala (estructura del sistema límbico) que evalúa el grado de satisfacción que brindará el resultado inmediato. Esto provoca una respuesta automática y visceral.
- Un sistema reflexivo, dominado por la Corteza Prefrontal (responsable de las habilidades cognitivas) que analiza los hechos, las opciones de acción y las posibles consecuencias.
Para poder liderar sobre este debate interno, es importante lograr un autocontrol y una motivación que sean funcionales a las necesidades del momento.
Decidir teniendo en cuenta, únicamente, el beneficio cortoplacista que podemos obtener puede resultar perjudicial. Es por eso que resulta urgente desarrollar la voluntad y la constancia para que los resultados, a largo plazo, sean los esperados.
¿Es posible tomar una decisión y no accionar en consecuencia?
Una decisión sin acción es un deseo o una intención. Decidir conlleva una acción que nos brindará resultados. “No decidir” también es una decisión en sí misma, con sus comportamientos y consecuencias correspondientes.
¿Cómo podemos hacer para animarnos a tomar decisiones y obtener los resultados deseados?
Lo primero que debemos aceptar es que, al decidir, estaremos ganando algo y, a su vez, estaremos renunciando a otra cosa. Es parte natural del proceso de tomar decisiones. Si no fuera así, no habría tal indecisión.
Una guía práctica paso a paso
Esta secuencia de pasos puede servir como guía para descubrir, analizar y evaluar las opciones disponibles y así, accionar en consecuencia.
- Observar y describir la situación actual con todos sus detalles. Esto nos dará una mayor perspectiva de las posibilidades presentes.
- Escribir todas las decisiones posibles, junto con los beneficios y perjuicios de cada una.
- Comparar y analizar los resultados obtenidos. Ordenar por jerarquía de preferencia.
- Elegir la opción deseada y crear un plan de acción con los pasos a seguir. Cuanto más detallados y específicos sean, más seguro te sentirás a la hora de llevarlos a cabo. Para cada uno, deberás establecer un tiempo determinado.
- Poner en marcha el plan de acción y realizar evaluaciones antes de avanzar al paso siguiente. Es importante poder realizar ajustes que mantengan el enfoque en los resultados buscados.
- Al finalizar tu plan de acción, disfruta de los logros obtenidos y celebra.
¡Anímate a tomar esa decisión que vienes postergando! Recuerda que “un deseo puede no cambiar nada y una decisión puede cambiarlo todo”. (Lee El mundo necesita personas con propósito)
Andrea Alessio
Neurocoach Profesional
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