Durante mucho tiempo, hasta la primera década de este siglo, ser multitasking era una habilidad que las empresas valoraban. Definirse como tal era un orgullo personal, algo de lo que uno podía presumir. La ciencia ha avanzado y nos ha hecho estrellar a 300 km/h. Ser multitasking no es guay, por eso hoy vamos a hablar de “el mal hábito del multitasking”
Se suele utilizar el término multitasking para expresar la habilidad de realizar muchas tareas en simultáneo. La connotación que suele venir añadida es que esto es positivo, eficiente y de gran aporte para con los objetivos que estamos persiguiendo
¿Existe el multitasking?
Sí y no. La fisiología confirma que nuestro cerebro es multitasking. Controla que las tareas autónomas se realizan todas al mismo tiempo. El corazón late, al mismo tiempo que estamos haciendo la digestión, respirando o recuperándonos de una actividad física intensa.
¿Eso nos hace multitaskers a nosotros? ¡No! Desde nuestra racionalidad y conciencia, no podemos ser multitasking. La neurociencia confirma que podemos cambiar muy rápidamente de atención hacia un estímulo o tarea. Pero no podemos tener enfoque atencional hacia dos tareas al mismo tiempo, en simultáneo.
Te lo demuestro con un ejemplo: Piensa en un limón y en un pájaro volando al mismo tiempo. No se puede. Puedes pensar en uno o en el otro, mas no en ambos al mismo tiempo. Puedes cambiar rápidamente de pensamiento pero no se pueden superponer. De ser así, estarías pensando en un límón volador, pero eso ya sería otra cosa.
Si no hacemos multitasking, ¿Qué es lo que hacemos?
Lo que hacemos es generar una lista de pendientes mayor a la que podemos manejar. Es como si tuviéramos muchas ventanas abiertas en nuestro navegador. Solamente podemos activar de a 1 por vez. Cuantas más ventanas abiertas, más pendientes en simultáneo tendremos. Pero que las ventanas estén abiertas, no quiere decir que nosotros activamos varias al mismo tiempo.
Querer hacer varias tareas a la vez es contraproducente. Hablemos de las consecuencias:
- Consecuencias en el desempeño: Al querer realizar varias cosas a la vez, perdemos eficiencia. Omitimos detalles relevantes, no podemos distinguir urgencias e importancias, tenemos todo empezado y nada finalizado. Parece que estamos muy ocupado pero no estamos siendo productivos
- Consecuencias en la satisfacción personal: Esta forma de trabajar genera ansiedad por la cantidad de pendientes, genera frustración por no llegar con los tiempos y provoca insatisfacción en el ámbito en el que nos desempeñamos. Las sensaciones incómodas o desagradables son recurrentes. La dispersión atencional provoca infelicidad.
- Consecuencias en la salud: Cuando buscamos ser multitaskers de manera sostenida, las consecuencias anteriores empiezan a repercutir en algún área de la salud física, mental, emocional o social. No resulta positivo sostener este tipo de conductas a mediano o largo plazo. En una o en varias áreas, repercute de manera negativa.
¿Por qué lo hacemos?
Por el efecto dopaminérgico de la sensación de logro. Cada vez que iniciamos una tarea, en nuestro cerebro se dispara dopamina. La hormona del placer que nos invita a ponernos en acción e iniciar la tarea. Su efecto es muy corto en el tiempo, por lo que, buscaremos iniciar otra tarea con el fin de sostener la sensación agradable.
Por eso, buscamos estar ocupados. Porque el aburrimiento sería el polo opuesto. Como mencionábamos antes. Estar ocupados no es ser productivos. Ser productivos no es sinónimo de satisfacción personal. Al menos, no en todos los casos.
Entonces, ¿Qué sí podemos hacer?
Vamos a ver 7 tips para tener en cuenta y mejorar nuestra gestión de tareas
- Prioriza tus tareas: No todas las tareas tienen el mismo carácter de urgencia, necesidad y relevancia. Determina cuáles prevalecen por sobre otras
- Date un espacio para lo importante: Habitualmente, postergamos lo que es importante y que no está relacionado con obligaciones. Por ejemplo: Pasar tiempo con nuestros seres queridos, pasear con nuestra mascota, ayudar a un colega con su mudanza. Lo importante es importante. El resto puede esperar.
- Disfruta de lo que te hace sentir bien aunque sea improductivo, no genere ingresos e incluso, aunque genere gastos. Ir a comer afuera, al cine, comprar algo que te gusta, realizar un paseo en lancha, practicar tu hobbie favorito o tirarte por paracaídas. Si es lo que disfrutas, aunque genere gastos, hazlo
- Alarmas en Ley de Pareto: setear tus alarmas en 80 % de tiempo de trabajo por 20% de tiempo de ocio, te ayudará a mantener el enfoque, la concentración, el renuevo de energías y, además, contribuirá con la satisfacción personal y la eficiencia en la tarea.
- Calcula cuanto tiempo le dedicarás a cada tarea: Cuando tenemos muchas cosas por hacer, predeterminar cuánto tiempo le vamos a dedicar a cada una nos permite estar organizados, sentirnos ordenados, garantizar que haremos todo lo que tenemos que hacer, nos concentraremos y enfocaremos aún más y, por sobre todas las cosas, no estaremos todo el día haciendo algo como si no tuviéramos nada más por delante.
- Sé flexible con tu programación: La programación, organización y gestión de agendas tiene que estar a favor nuestro, no en contra. Si la planificación que hicimos se vuelve un dictador autoritario que sólo nos hace sentir culpables e incapaces, entonces, no cumple otra función más que la de tortura. La flexibilidad como presidenta en democracia nos permitirá priorizar urgencias, destacar lo importante, convivir serenamente con pendientes y sentirnos felices al final del día
- Cómete la rana primero: Muchas veces hay tareas que no nos gustan, nos aburren, no nos agrada realizarlas y sin embargo, las tenemos que hacer igual. Si es así, realízala primero. Una vez que te saques de encima la tarea más fastidiosa, el resto del día parecerá más liviano. Si el día avanza, ese pendiente volverá a tu mente sólo para hacerte lamentar de que todavía lo tienes en tu TO DO List.
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¿Se dieron cuenta que el saber popular ya hablaba de esto?
¡Recuerda! El mejor día para empezar es HOY
Andrea Alessio
Neurocoach Profesional
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